domingo, 30 de octubre de 2011

Pues perfecto.

Si sonreír cuando el corazón se muere es de valientes, pido la medalla. Me gustaría chillar, darle patadas a algo, o mejor, romperte la cara, pero me tengo que conformar con las lágrimas y los ojos enrojecidos. Y es que me lo avisaron, me lo dijeron, no te conviene, te hará daño... Pero el corazón me tapó los oídos para no poder oírles. Y aquí estoy otra vez, misma piedra, mismo bache en el camino que no me deja continuar.
Mismo mundo color rosa que se convierte en negro en menos que canta un gallo.

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